1 de marzo de 2023

El arte (y la ciencia) de amar

Por David Morales González

Menudo problema de memoria tiene el mundo. No me refiero a la memoria histórica, pues si bien de esa no sobra, tampoco falta. Camino a la FES Cuautitlán, Campo 1, Fer González del CEDETEC Acatlán, reflexiona con su homólogo de la FAD sobre Terabytes, espacio necesario para aliviar el saturado almacenamiento de datos por el uso demencial de streaming durante la pandemia a nivel global. Me pregunto ¿cuántos de esos datos fueron transferidos cargados de imágenes, videos y mensajes de febril amor estudiantil? 

Llegamos derrapando a Ciencia, Conciencia y Café a un lado de la Biblioteca, pues el Google Maps no daba alternativas para evitar meternos en sentido contrario, y a criterio del conductor, pudimos cruzar con osadía frente a un feroz microbús urbano.

De fondo se escucha Rod Stwart con la canción Do ya think i’m sexy? Nuestros conversadores están analizando el entorno. ¿El público? jóvenes universitarios con ese brillo curioso en la mirada por la expectativa de escuchar argumentos donde se vean reflejados y publiquen en sus redes sociales un “Si soy”.

La ciencia y el amor tienen una conexión casi natural. La doctora María Esther Revueltas de la FES Cuautitlán, brinda información que explica cómo la máquina humana funciona perfectamente, respondiendo al contacto físico entre las personas que se atraen, y causando tremenda explosión de serotonina, oxitocina, adrenalina, y muere de inconsciencia con una descarga de dopamina.

“La relación del amor y la bioquímica, se puede resumir como una cascada de emociones (…) resultado de la sinapsis, respondiendo a los sentidos, olemos sabroso, reaccionamos al tacto (…), se activan neurotransmisores”. Lo plantea como un proceso. Los más jóvenes abren grandes los ojos al comprender que el amor va más allá de la simple idea de habitar en el corazón.

“Son etapas, primero la atracción, después el amor romántico y al último el apego”. Todo se involucra en términos de hormonas, proteínas, neuronas, y deseos reproductivos. Más allá de la atracción sexual, el estado del amor romántico, genera una extraordinaria reproducción de dopamina, un neurotransmisor que llega por sinapsis a la médula suprarrenal y nos provoca emoción, placer, todas las sensaciones imaginables, proceso conocido como “la bomba”. Rafa Fernández modera la charla y apunta que hasta ahí todo parece instinto, propio de nuestro origen animal. 

El maestro Arturo Ulises Rocha Paz de la FES Acatlán, habla sobre el papel protagónico que tienen las redes sociales como medio e instrumento de interacción entre las personas, incluidas aquellas que buscan establecer una relación. “Si Ovidio fuera moderno, le tendríamos que recordar que hoy casi todos cuentan con redes sociales, y en cuanto a su postura, quizá estaríamos en desacuerdo.”

De hecho, apunta que el filósofo nos hace una recomendación, “si quieres conquistar, ve a donde hay mujeres, a las plazas públicas, (…) ahora nos diría conéctate a una red social, que son los nuevos lugares públicos, donde actuamos a nuestra conveniencia. Posteamos la mejor foto de perfil, si algo nos gusta lo compramos, sacamos cita.” Revisamos continuamente aquel pequeño coqueteo que son likes. “Vemos parcialmente a las personas, pero idealizamos”. Y el cerebro empieza a reaccionar, a imaginar, a soñar cómo es esa persona, cómo piensa, lo que le gusta, cómo vive, su mundo perfecto.

Las estrategias para conquistar se parecen a las de siempre pero ahora desde un ambiente controlado, donde nos sentimos cómodos. Pocos se atreven a utilizar estrategias poco ortodoxas como la que cuenta Rafa, sobre un compañero que solía preguntar a las chicas para intentar conectar -¿Usted ha leído a Dostoyevski?- Nunca pescó nada.

Como joven estudiante de Matemáticas Aplicadas y Computación de la FES Acatlán, Lemuel Márquez Rosas es de esa generación que nació con el Internet y creció junto con las redes sociales. Señala que la mayoría de las interacciones ya no son físicas, sino que se llevan a cabo por medio de la social network, sitios donde conquistan, seducen, sacan citas, chatean, y mensajean.

Se gustan y pueden llegar a verse o establecer relaciones formales. Su uso es intensivo y nos emocionan. Cuando observa que su novia se conecta siente bonito, y a través del WhatsApp, tiene una comunicación permanente que refuerza los lazos afectivos. Parece no estar de acuerdo con la idea de que el enamoramiento y la producción de emociones solo son producto del contacto físico, sin intermediarios tecnológicos, adictivos disparadores emocionales, diseñados para la manipulación, generadores de dopamina, pues como señalan algunos neurocientíficos, nuestro cerebro es cazador de recompensas.

Hay riesgos en el uso intensivo de las redes, el maestro Arturo Ulises expone que, al sabernos directamente conectados por medio de la mensajería instantánea, nos exponemos al acoso o a ser señalados por esa conducta. Cada día las relaciones digitales se vuelven más complejas, pues al no estar reguladas, hay incentivos para rebasar los límites de la confianza. Surgen fenómenos como la violencia digital, el ciberbullying y prácticas de sexting que pueden convertirse en ciberacoso o en un delito sexual digital -Véase: Ley Olimpia-.

Los estimulantes cerebrales diseñados para las redes, también causan rubor, sensaciones, se generan a nivel neuronal procesos propios del amor, pero para la doctora Esther “no hay nada como un toque de manos, se dispara la dopamina y eso desata todo.”

Llegar a la etapa del apego en la era digital no es sencillo, porque biológicamente intervienen muchos procesos donde tiene un papel central la oxitocina, relacionada con el parto, la lactancia, la felicidad en el amor; y complementándose con la supresina, se genera monogamia, apego a los hijos y familia, y quizá así permanezcan toda la vida juntos. -¿Requieren receta médica?- Hubo un experimento, lo intentaron hacer con oxitocina en poblaciones conflictivas, pero no sé ha controlado.

Por la edad de Lamuel, el permanecer juntos toda la vida como los abuelos, es cuestión de valores de otra época. Ahora las relaciones se desarrollan rápido e instantáneamente, pueden mandarse un audio o realizar una videollamada y generar emociones o pelearse con stickers. “Es una realidad virtual que los mantiene conectados 24 por 7 y claro que uno genera muchas sensaciones aun por medio de la red”. En el mundo digital los chicos y las chicas están armados para el amor mediante redes y aplicaciones. 

-Pero ¿la monogamia no es reciente?-  Pregunta un chavo del público asistente. La doctora señala que los experimentos con primates no pueden ser confiables del todo, pues los animales son diferentes a los humanos. No todas las personas son monógamas y no siguen las etapas. Pero la monogamia es un comportamiento necesario para perpetuar la especie. Influyen los hábitos y la cultura, eso nos hace distintos, porque solo la bioquímica puede ser compulsiva y causar un apego, una dependencia o vicio. Ahora, “¿el amor puedes ser virtual? Si todo cae, caen las hormonas y ya no satisface nada.” -En el amor solo hay principio, decía Napoleón-.

Arturo Ulises plantea que en algún momento habrá algo cercano al amor virtual, cada vez hay más encuentros mediados por Tinder o Facebook, más prácticas de sexting, grupos de encuentro virtual, y eso genera cosas, emociones. La parte virtual acerca imágenes y audios, manipula fotografías por medio de filtros y efectos.

En la realidad virtual, generamos un perfil de avatar que nada o poco tiene que ver con la persona real. Es posible que suceda lo que antes era ficción -señala-, episodios donde en una realidad virtual dos avatares de sexos opuestos se besan, y una vez en la realidad, son dos hombres que acuerdan besarse para confirmar los sentimientos amorosos que disfrutaron en la virtualidad.

Si el amor tuviera rostro, sería un monstruo de mil caras. Lamuel comenta que hay una idealización sobre lo que debe ser el amor, y lo que es el amor desde el punto de vista racional. El amor pasional que nubla la razón y aceptamos todo lo que hay en una relación, inclusive lo que nos lastima. “Mucho es de aprender a amar y esperar a que las otras personas nos amen”.

La era digital ha sacudido varios de los cimientos de la civilización. Aún falta mucho por descubrir y comprender. La doctora Esther se apega a la idea de que el amor es universal, de que “lo buscamos, lo razonamos, pero también nos dejamos llevar para disfrutar todas las sensaciones, cariño, desamor, pasión, placer; pero también la tristeza del abandono, la esperanza de una nueva relación, una búsqueda constante”.

Concluye la mesa y todos miran el celular. Yo tengo muchos mensajes de WhatsApp. Hay uno de una chica que me atrae. -No me has escrito ¿No me extrañas?- Solo eso basta para que sienta esa cascada bioquímica de sensaciones placenteras, incluyendo un ligero cosquilleo en el estómago. El teléfono toma mi mano y con una sonrisa en el rostro, camino con él y con su mensaje cifrado de extremo a extremo rumbo a la salida.

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